17 dic 2007

Editorial 18/12/07

Apunta el humanismo y el artículo 2º de la Constitución Política Mexicana, que sin importar edad, sexo y clase social, los seres humanos somos iguales. Aceptar esta idea (que en teoría es idónea) nos haría admitir una realidad inexistente. Prueba de ello, es que tan sólo en este mes existe un día Internacional por la lucha contra el SIDA (personas altamente discriminadas), Día Mundial de las Personas con Discapacidad y Día Mundial de los Derechos Humanos (pese a que estos se trasgreden diariamente como el caso Lidia Cacho, las mujeres violadas en el todo el país, los presos de Atenco, recientes vejaciones contra el EZLN, el caso Ayotzinapa Guerrero, entre muchos otros).

También figura en este mes el Día Mundial del Migrante (18 de diciembre), al respecto debemos mencionar que en Oaxaca, de 1995 al 2000, cerca de 56 mil paisanos cruzaron la frontera norte rumbo a Estados Unidos, según datos de la Comisión Nacional de Población.
En la actualidad, México es el principal país de emigrantes en el planeta, pues tan sólo los que llegan a Estados Unidos alcanzan un total de más de 9 millones, apunta la investigación de Juan Ramiro de la Rosa Mendoza, Alma Araceli Pérez Servín y Lilia Romero Amayo, estudiantes de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Basta saber que la región mixteca es la zona Oaxaqueña de donde proviene el mayor número de migrantes, aproximadamente son 10 810 (IOAM 2007), con destino a la ciudad de México, los campos agrícolas del Noroeste, Tijuana y en los Estados Unidos.

Las personas que emigran en muchas ocasiones no hablan español y mucho menos inglés, así que su viaje es una aventura apoyada por redes mutuas y comunitarias. Esto incita aún más que estas personas sean explotadas brutalmente tanto en México, como en el país del norte.
Pero hay otro fenómeno no menos importante, personas que emigran a esta ciudad, ya sea procedentes de otras regiones o de otros estados. Por mencionar algunos casos, están las familias que venden productos en los cruceros, los niños que piden dinero en el Centro Histórico, los cargadores de la Central de Abasto, las jóvenes que realizan quehaceres domésticos y los señores que venden muebles de madera por las colonias y tianguis.

Sin duda estos inmigrantes, que son de los grupos más vulnerables, integran junto con nosotros la comunidad, pues compartimos el mismo espacio y tiempo, el problema es que mientras algunos miran con indiferencia su situación, otros nos hemos convertido en los críticos más pasivos.
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