15 dic 2007

CAMINANDO CON LA MUERTE

Por Emilia Cruz

Si estuvieras desahuciado, ¿qué cambiarias de tú vida? Quizá la pregunta no ocupe tu mente, sin embargo, hay quienes a diario caminan con la muerte, como Marcos, paciente con VIH, que utiliza dicho nombre como seudónimo para guardar su anonimato.

El joven lánguido, de mirada cansada, con ojeras profundas, a sus 23 años considera que sólo le queda esperar pues “hace tres meses, la vida dio un giro en mi contra”.
Nervioso, comienza su relato “inicié mi vida sexual a los 14 años, con una novia de la secundaria, quien vivía cerca de mi barrio y tenía amplia experiencia pese a su edad. Su dicho era sólo vivimos una vez”.

“Ella abría el camino a encuentros escasos, pero satisfactorio, no daba crédito al placer de sentirme sexualmente activo, mientras creía que los falsos prejuicios de la sociedad no me alcanzarían”.

“Realmente cumplía mis fantasías sin temor al mañana y así continuamos el resto del año, al siguiente ciclo escolar las ansías de estar con ella en las gradas, me despertaba por la noche, pero ella tenía otros planes, y me bot. ¡Qué importa! me dije, hay muchos peces en el mar y ese fue mi lema a partir del último año de la secundaria e inicié una larga lista de nombres, fotos, recuerdos, noches de pasión y durante todas ellas nunca tuve tiempo para el preservativo, jamás lo utilicé por aquel mito de que no se siente igual”.

“Inicie la licenciatura en administración de empresas, con mi grupito de cuates recorrimos bares como los que están en Avenida Ferrocarril y Símbolos Patrios, en busca de nuevas aventuras, hasta que una diarrea constante y persistente empezó a hacer mella en mi cuerpo y desde luego mi pene resintió la falta de energía. El cansancio y la reducción de tallas me sorprendieron, finalmente el doctor me envió con un amigo que trabajaba en un hospital”.

“Unos mililitros de sangre mostraron el resultado de VIH POSITIVO y llegué al vació”.

“Amigos, ¿cuáles?, todos me dieron la espalda, mi miraban con lástima, lo que me hizo sentirme solo y entonces miré a mi alrededor, ¿Cómo se lo diría a mi familia?¿Cuándo me infecté?¿Cómo paso?¿Por qué a mí?, se me formó un nudo en la garganta de pensar en el final y reconocí, tengo miedo, miedo de morir solo, sin nadie a mi lado, por favor, por favor quiero vivir más... pero sólo me queda esperar”.

“Yo se que muchos de nosotros, los que nos decimos hombres, en realidad somos muy cobardes cuando de soledad se trata”.
“Pido perdón si por mi alguien más tendrá este triste final, no sabes cómo desearía regresar el tiempo y evitar dañar a las mujeres que se entregaron a mí, pero no puedo, me queda el consuelo de su perdón y que esta entrevista llegue a muchas personas y se eviten este dolor”.

Hoy en día la pandemia del SIDA alcanza cifras insospechadas, la importancia de la prevención es prioritaria, todos tenemos derecho a ejercer libremente nuestra sexualidad pero con responsabilidad.

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